lunes, 11 de agosto de 2008

La jungla satinada

Sábado. Subimos por las escaleras y nos horrorizamos con el panorama que se extiende frente a nosotros al llegar a lo alto. En desorden todos amontonados caminan de un lado a otro cientos de seres como hormigas huyendo de su madriguera aplastada por un niño lleno de mocos. En todas las direcciones, parece que las alimañas intentan romper con la física atravesando la materia. Casi lo logran. Esquivando los bultos como podemos llegamos hasta las filas de autómatas que, en cambio, avanzan rígidos un paso por siglo en armonía perfecta con el entorno. Me dejo atropellar por los especímenes que me rodean mire a donde mire y me embisten de un lado y del otro. ¡Todas las tribus... todas las etnias... todas las castas!, exclama ella con cara de pavor mientras bordeamos el vacío e intentamos escapar esquivando horribles batracios con pelo engominado hacia atrás y buzo atado a los hombros. Es demasiado. Nos escurrimos como podemos y huimos. Otro día veremos la película.

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